sábado, 18 de noviembre de 2017

¡HERMANA, YO  TAMBIÉN TE CREO !
CAPERUCITA ROJA Y LA MANADA DE LOBOS

   Érase una vez que se era una joven llamada C. que, cumplida su mayoria de edad, decidió ir a las fiestas populares de San... junto a un amigo  (un sueño adolescente cualquiera).

   Eran pasadas las tres de la madrugada y, después de disfrutar de una jornada de San... a tope, según se espera de una macrofiesta urbana y cosmopolita - había charlado, bebido (y mucho), reído como posesa, gritado, cantado y rulado-, se extravió y se quedó sola, a pesar de tanta gente.

   Deambuló por las calles y plazas buscando su coche,  para refugiarse y descansar algo, pero, oh, destino adverso, hizo que se topara, no con un lobo, sino con una manada de cinco lobos que, casualmente, iban de caza (¡nada que ver con los cinco lobitos de cuando era bebé!), cinco lobos “feroces”, de realidad que supera la ficción, de los que aniquilan por el gozo de aniquilar , de los que se relamen la sangre de sus víctimas y nunca sacian su sed - instintos estos ajenos a esa especie animal-, de los que desprenden un agrio olor a colonia machuna, sudor, pestilencia de cubata de marca y  de garrafón....y sadismo.

   El  más  apuesto de los lobos se acercó meloso (como en el cuento) a la joven, a modo de cebo; a esta no le desagradó e hizo lo que le apetecíó en ese momento, lo morreó, guiada quizás por el alcohol (o no).
  
   Le aparentó un chico “normal” con el que, llegado el caso, por qué no, podría mantener algún tipo de contacto, o no - pensó que ella decidiría. Al olor de la “presa”, acudió el resto de la manada, en un tono jocoso y divertido acorde a unas fiestas populares. La chica se sintió muy segura en ese lugar que desconocía, rodeada de tanto macho - tenía muy presente lo que le repetía su madre sobre que los hombres protegen a las mujeres- , mucho más cuando supo que dos de ellos eran de los Cuerpos de  Seguridad del Estado, de ese “ Estado que somos todos”.
   
   Ella se integró bien en el ambiente festivo, nada podía hacerle sospechar la misión prioritaria de los lobos: “Follarse a una gorda entre cinco”.

  Uno de los chicos la cogió de la mano y de su mano entró en un portal que estaba abierto;
detrás, el resto de la manada. La llevaba de la mano, y por su pie ( inconsciente de lo que sucedería), a un cubículo oculto a la vista de los vecinos y allí, en un abrir y cerrar
de sus ojos, lo que para los lobos siguió siendo una “locura y desenfreno” sin límite ( el clímax total): robóticas felaciones, múltiples y simultáneas penetraciones por los agujeros de su cuerpo (por supuesto, sin condón, a lo salvaje, que da más morbo), tocamientos y sobeteos, jaleamientos  de unos a otros (pasando por ella uno tras otro)..., para la chica se trocó en eterna tortura y vomitivo ensueño. Así suele suceder: “Fácilmente,  la  realidad se trueca en ficción,  y viceversa".

  Después  sabría que estos lobos, a través de wasapeos de texto e imágenes frenéticas , retransmitirían el “partido”, con todas sus “goleadas”, a los lobos que habían permanecido en la guarida ( de la misma naturaleza que aquellos),  para que no se lo perdieran , ni siquiera un detalle.

   Transcurridos esos aletargados (para ella) minutos, abandonaron a C. en aquel microespacio convertido en inmundo: semidesnuda, ajada en lo más interno de su epidermis, inmóvil, sin móvil, sin conexión con la realidad, con ninguna realidad.

   A duras penas huyó de aquel portal y consiguió agazaparse en un banco público dejándose caer en posición fetal - la misma posición de cuando  residió en el utero, en el que su madre la preservaba de todos los peligros del exterior. 

   No tardó en pasar una pareja humana, que la escuchó, la atendió y alertó  a una cuadrilla de la Local. Ella se sintió por fin, si no segura, visible, y sintió calor en ellos / de ellos. Respiraba con dificultad, balbuceaba, lloriqueaba, repetía convulsos monosílabos...; ¿qué importaba ahora su móvil, una extensión de su persona?, al menos estaba viva (¿o no?). 

   Y  rogó a una de los policías locales que no la dejara sola. Porque así era como se sentía,
la  persona  más sola  y  desolada del globo en una ciudad plagada de gente a rebosar.

   Pasado un tiempo ( un año desde aquel fatídico encuentro), comenzó el juicio a los lobos, que fueron capturados aquel día poco después del suceso, mientras continuaban su infinita marcha. La chica se alivió, pensó que ya solo le tocaba esperar con resignación  y confiar en la Justicia.

           No fue exactamente así, nada fue así: la joven fue expuesta a un proceso de escarnio público,            a  modo de las adúlteras bíblicas: tuvo que regresar a aquel bloque, a aquel cubículo de aquella            ciudad y tuvo  que revivir cada uno de los segundos, unos detectives privados fiscalizaron su
        imagen, su vida privada, sus relaciones...; la prensa amarilla  sometió  a un referéndum  el
       supuesto consentimiento del acto sexual orgiástico.

           Y  la que en un principio era víctima de violación múltiple, con todos los agravantes posibles,
        se transformó  en acusada por “puta”, con todos los eufemismos posibles (“guarrilla”,
        “facilona”, “calientabraguetas”, etc, vocablos de la mala lengua que han sepultado a las mujeres
         de todos los espacios y tiempos).
                                              
¡Adiós al sueño de los San...!
             
¡CAPERUCITAS DEL MUNDO,  UNÍOS 


Y CONVERTÍOS EN MANADAS DE LOBAS!

 
   Ha   pasado tiempo desde el estrenó de  la película americana “Acusados” , de Jonathan Kaplan ( 1988) , que tuvo un gran impacto mundial en lo relativo a  la conciencia de la dignidad y de los derechos de la mujer sobre su propio cuerpo.
   Sin embargo, nada, o poco, ha cambiado desde entonces. Efectivamente, Ni C., ni el
personaje que encarnaba Jodie Foster, gritaron NO, probablemente porque cuando ya
estamos inertes, como muertas, no necesitamos gritar, ni tan siquiera hablar, el pánico habla
        por nosotras.
    Los fornidos y bravos “muchachotes”   yanquis   que  quebraron el frágil cuerpo de la Foster en una escena de la película podrían encajar a la perfección con el perfil de estos “lobos” ibéricos, expertos (al menos cuatro de ellos) en este tipo  de  juergas  sin inhibiciones, que comprenden el “ultraje a una dama” consistente en afrentas tales como narcotizarla, burlarla, enclaustrarla en un coche, manosearla, mofarse de ella, agredirla y, por último, tirarla en un descampado próximo a una carretera secundaria de la campiña cordobesa.

Enlaces:

       *  Últimas noticias sobre el  "Caso La manada": 


PROPUESTA DIDÁCTICA DIRIGIDA AL ALUMNADO DE  3º ESO: 
 
    En el contetxo de la efemérides, y para introducir en las aulas el analisis de los textos  periodísticos, la profesora de LCL ha sugerido al alumnado realizar un seguimiento de la noticia de la supuesta violación múltiple de una joven durante los Sanfermines,  haciendo análisis de los enunciados de los titulares de publicaciones de distinta índole y tirada.


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