jueves, 23 de abril de 2015

ABEL,  EL  SUSTITUTO DE SOCIALES  
(¡ ES DURO MORIR EN PRIMAVERA !)

    Las notas de la melodía de su móvil estaban tan estrechamente conectadas con las fibras de su cerebro que la reacción no se hizo esperar... Destino: Barna; barrio: acomodado; Instituto: de clase bien; conflictividad: mínima; posibilidades: aplicar conocimientos y destrezas; duración del contrato: indeterminado (según evolución de la docente de baja); precariedad: toda.

   Aquel día pensó que, de nuevo,  Fortuna estaba de su parte. Se abrió para él un campo de emociones, por un puesto laboral, probablemente muy efímero, y por un reencuentro con aquell@s enan@s hiperactiv@s  a  l@s que, a pesar de todo, extrañaba.

    Lo que nunca pudo anticipar fue que Fortuna tuviera  otro viso, el más sombrío que pudiera existir. Al  oír los gritos de pánico procedentes del aula contigua, salió de la suya sin regirse por Razón  y  con  ánimo de auxiliar.  Pero  justamente allí, en ese mismo espacio e  instante, lo estaba acechando  Ella,  la  malvada Fortuna (también llamada "Fatum"), la peor de todas, la que no tiene vuelta atrás.
 Y adiós al revuelo de enan@s, adiós a sus dilatadas explicaciones sobre un pasado remoto...
    A Abel, como a todos los que les pasa, le vino a contramano la  Muerte.


LA DOCENCIA,
PROFESIÓN DE ALTO RIESGO
    Abel, compañero, no quiero dedicarte un minuto de silencio,  porque tenemos mucho de qué hablar, tenemos que hablar de muchas cosas:
de qué hubiera ocurrido si no hubiera sonado ese móvil (ahora maldito), si no hubieras respondido a esa llamada, si no hubieras aceptado ese puesto, si no hubieras acudido a clase ese día, si no hubieras abandonado ese aula para socorrer a nadie y te hubieras atrincherado. Y, sobre todo, de qué hubiera ocurrido si los mayores se hubieran adentrado en las pupilas de ese niño y hubieran interpretado que su mirada llevaba ya perdida en el abismo, desde hacía mucho tiempo.

 
PS:

 “Un alumno mata a un profesor del instituto Joan Fuster de Barcelona” (19/04/2015)

  "Un alumno mata a un profesor y hiere a cuatro personas más en un instituto de Sant Andreu"
Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2436759/0/profesor-muerto/alumno-detenido/instituto-barcelona/#xtor=AD-15&xts=467263

miércoles, 22 de abril de 2015

¡ Ay, linda amiga ! (Amancio Prada)

FUENTEOVEJUNA ( LOPE DE VEGA )

   Como sabréis,  esta es la lectura seleccionada  para el III trimestre. De nuevo, el  modelo de  prueba será tipo test de respuestas múltiples y tendrá lugar inmediatamente después de la festividad del 1 de Mayo, lo que significa que no disponéis de mucho tiempo para prepararla.

   Como primer recurso recomendado os remito unas orientaciones para el estudio de la obra a cargo de la editorial Anaya:  http--www.anayainfantilyjuvenil.com-catalogos-proyectos_lectura-IJ00048001_9999996949.pdf

domingo, 19 de abril de 2015

    POR FIN HE CONSEGUIDO INSERTAR UN TEMA DE MÚSICA DE FONDO EN EL BLOG ( LA PROFE QUE LA SIGUE LA CONSIGUE).   LO IDEAL SERÍA QUE VOSOTROS/AS  HICIERAIS  TAMBIÉN OTRAS PROPUESTAS MUSICALES, A  CONDICIÓN DE QUE PERMITIERAN  UNA LECTURA RELAJADA Y SIGNIFICATIVA DEL CONTENIDO DE ESTE DIARIO DIGITAL.

  APROVECHO PARA  PRESENTAROS AL GUITARRISTA Y COMPOSITOR  JOSÉ  GONZÁLEZ  (CHILENO DE ORIGEN, SUECO DE ADOPCIÓN)  -  UN AUTÉNTICO TROVADOR DE NUESTROS TIEMPOS -   INTERPRETANDO SU TEMA "HEARTBEATS" O  " LATIDOS DEL CORAZÓN".

     Y  YO ME PREGUNTO:  ¿POR QUÉ LATERÁ TANTO  EL CORAZÓN?   LA LITERATURA  NOS  DARÁ ALGUNAS PISTAS AL RESPECTO.
   El pasado sábado (día 18 de abril), un colectivo de profesores de la provincia  tuvimos ocasión de conocer, entre otros, al  profesor de  LCL  de secundaria  y  bachillerato Toni  Solano, que nos expuso una muestra de los trabajos por proyectos  (de elaboración propia, creativa) que realiza su alumnado.
   Os  enlazo su blog, por si tuvierais  curiosidad  de ver alguno de sus proyectos.
www.repasodelengua.com

   En particular, me interesa que ojeéis  la versión en formato vídeo  de  "La Celestina", creada y montada por el alumnado del nivel de 1º de bachillerato.


  
AVISO URGENTE:

   Ruego al alumnado de los grupos  1º bachillerato A y  D que, en la medida de lo posible, preparen el encuentro con el autor Fernando Martínez,  que tendrá lugar el próximo día 21, a 3ª hora lectiva, realizando las siguientes tareas;

     -   echar  un vistazo a la página del autor ( en una de las entradas tenéis el enlace)
     -   leer  con detenimiento los  cuatro  relatos reproducidos en este blog
     -   y  enunciar, al menos, dos preguntas

jueves, 16 de abril de 2015

RELATOS  DE  FERNANDO MARTÍNEZ LÓPEZ

  A  continuación,  se añade el contenido de dos relatos más del  autor que visitará el próximo día 21, a  3ª hora lectiva, nuestro Centro:
Allí, en la isleta



Desde niño, le había obsesionado la leyenda del tesoro oculto en la isleta. Aquel mito había perdurado entre los habitantes de la aldea desde tiempo inmemorial, impreso en sus mentes como los rayos del sol en sus rostros atezados, transmitido de padres a hijos por la tradición oral.

Colocó el cebo en el anzuelo, la lombriz coleante que se resistía a su fatídico destino, lanzó los brazos hacia atrás en un movimiento acompasado repetido hasta la saciedad, y de un golpe seco impulsó el hilo hacia el azul intenso del mar obligando al carrete a un giro desesperado. El crujido del brazo le recordó que no debía excederse en los esfuerzos, pago necesario de su ancianidad que sin embargo le había tratado bien; su cara aún no soportaba demasiadas arrugas y sus ojos grises no habían perdido ni un ápice de la vivacidad que expresara desde que nació, de persona inteligente, obstinada. Fijó la caña en uno de los huecos que permitían las rocas del espigón que se adentraba en las transparentes aguas como un intruso que rompiera la armonía que la naturaleza había diseñado, y se aprestó a repetir la operación con otra caña. Después de comprobar que estaban bien inmovilizadas y prestas a que picara algún sargo o acaso una herrera, abrió el taburete plegable y se sentó en la claridad de la mañana, dispuesto a impregnarse de las sensaciones que el mar le transmitía, del aire puro con olor a sal, del sonido de las gaviotas suspendidas sobre su cabeza como cometas caprichosas al antojo del viento, del espejo azulado que se extendía frente a él. A su izquierda, en la playa, los pescadores comenzaban a repartir el botín nocturno en cajas para su venta.

Un ruido de motor le sacó del trance que le provocaba aquella visión idílica, incitándole a un involuntario movimiento de cabeza hacia el coche negro que acababa de aparcar al inicio del espigón y a un saludo cortés hacia el hombre que había descendido del vehículo, tocándose el ala de su sombrero de paja. Enseguida retomó el ensimismamiento que le producía aquel entorno sublime y, como siempre, sin más remedio, desvió su límpida mirada hacia la isleta separada por un brazo de mar de la costa, el lugar más intrigante del mundo sumergido en la maravilla de las leyendas, donde se suponía que el legendario pirata Mohamed Arráez había escondido el botín conseguido en innumerables saqueos. Siempre fue su sueño encontrar aquel quimérico tesoro.

* * *

Los primeros albores del día se dejaban traslucir por las cortinas suavemente mecidas por el viento y que parecían querer atraparlo en un intento vano del cual siempre emergía triunfante. Le gustaba dormir con la ventana abierta, reconfortado en medio de las níveas sábanas por el canto de los grillos y el susurro de las olas muriendo en la orilla. Se vistió con pereza, con la parsimonia que proporciona la tranquilidad de la no urgencia, el lánguido transcurrir de las horas y los días. Su madre ya le había preparado el tazón de leche y la tostada restregada con tomate y aderezada con sal y aceite de oliva. Desde la cocina, mientras comía, sintió el profundo deleite que experimentaba al contemplar tras la ventana el viejo molino en medio del mar de trigo que formaba olas en su juego con el aire, una especie de isla inmersa en el manto verdoso que ya iba adoptando tonalidades amarillentas, salpicado del rojo de las amapolas como gotas de sangre esparcidas.

-¿Es verdad lo que ayer me contó papá?

-¿A qué te refieres?

-A la historia del tesoro escondido.

La madre no contestó de inmediato. Pareció sumergirse en su memoria, recordando aquella vez que de niña también le relataron la leyenda.

-La gente del pueblo cree que son cuentos de viejas, pero mi bisabuela Mercedes me aseguraba que el moro Arráez existió de verdad, que se anduvo en amores con una tatarabuela suya.

-Entonces, lo del tesoro…

-Del tesoro nada se sabe. Nadie lo encontró jamás.

Con el pantalón arremangado, calzadas las sandalias y con la camisa de algodón suelta, sin ataduras de cinturones, salió al exterior entornando los ojos para soportar el fulgor del sol que se hacía omnipresente con su reflejo en las paredes encaladas de las casas, bañando de blancura inconmensurable la aldea de pescadores. Se dirigió hacia la playa, donde sabía que encontraría a Remedios ayudando a su padre con las redes de pesca y repartiendo en cajas las capturas obtenidas en la húmeda noche a la luz de la luna. Allí estaba, con sus rizos morenos que descansaban sobre sus hombros contrastando con la palidez de su blusa, entregada al trabajo sin perder en ningún momento la dulce sonrisa que siempre le había cautivado, ese encanto natural que hacía imposible no quererla.

La gente se apiñaba alrededor de las barcas para hacerse con los mejores peces, como gaviotas en busca de comida, y él esperó con paciencia a que cesara el trajín, embelesado con las evoluciones de Remedios. Desde su posición, sentado sobre la arena oscura, pudo contemplar el espigón de piedra donde los ancianos solían echar las cañas a la espera de que picara algún pez incauto, y también la isleta. Comenzó a mirarla con una visión diferente a la que hasta ese momento le había dedicado, transformada de peñasco aislado sin aliciente en objetivo desafiante, imán atrayente para su desbordada imaginación, todo gracias a la magia de una leyenda perdida en el recuerdo y a la que nadie ya hacía caso.

Los últimos compradores se alejaban con sus cestas bien aprovisionadas y vio la ocasión de acercarse a Remedios quien, como un gesto perpetuado, no perdía la dulzura de su sonrisa, e incluso se hizo más patente cuando le vio, notando cómo su corazón iniciaba un descontrolado galope inútil de evitar. Había terminado de ayudar a su padre y aceptó encantada el ofrecimiento de pasear con él por la orilla salpicada de conchas marinas y piedrecitas brillantes y redondeadas por la erosión incesable contra el fondo marino.

-Mírala, allí está –le dijo él cogiéndola de la mano.

-¿El qué?

Ella no encontraba nada de especial hacia donde él dirigía su mirada.

-La isleta. Siempre la hemos tenido ahí y nunca le hemos hecho caso.

Remedios rió ante la ocurrencia.

-¿Y qué quieres que hagamos con ella? Si quieres cogemos la barca, nos plantamos en su cima y clavamos nuestra bandera. Podemos cambiarle el nombre. Yo creo que no sonaría mal la Isleta de Remedios.

-No te rías de mí. –Hizo una pausa, tomó algunas piedras aplanadas y las lanzó con maña sobre la superficie lisa del mar obligándolas a rebotar en una secuencia interminable de saltos-. Ayer mi padre me contó la historia del tesoro escondido en la isleta por el moro Arráez. Se supone que encontró una cueva sumergida y que ocultó la entrada con una piedra, dejando allí un cofre lleno de oro y joyas. Algo de cierto debe haber tras la leyenda cuando todavía se sigue contando.

Ella le miró con ternura, acariciando su mejilla aterciopelada, pero no le dijo nada incapaz de hacer añicos la ilusión de su amado. Sus ojos maravillados mirando la isleta despedían tal brillo que no se hubiera perdonado arrebatárselo.

-Mañana me gustaría acercarme a bucear, no pierdo nada por echar un vistazo. ¿Quieres venir conmigo?

Ella no contestó, se limitó a encogerse de hombros y a besarlo en los labios con cariño infinito.

* * *

Llevaba mucho tiempo conduciendo, desde la madrugada en la que le robó algunas horas al día para poder alcanzar antes su destino. La carretera sinuosa entre montañas de oscura piedra volcánica ya le indicaba que no tardaría mucho en llegar. Para él fue una visión divina la aparición del intenso añil del mar entrecortado por las palmeras que sobrevivían en el oasis del barranco y, más allá, el blanco resplandeciente de las casas asomándose a las aguas le trajo un torbellino de remembranzas que le provocó un impetuoso hormigueo en el estómago. La mezcla de recuerdos, tristes y felices, le dejaron ensimismado de tal manera que no fue consciente de cómo recorrió los últimos kilómetros hasta alcanzar la aldea.

Su coche negro se adentró por las callejuelas de casas encaladas como un trozo de carbón entre la nieve, provocando las miradas curiosas de los lugareños no muy acostumbrados a las visitas. Cuando descendió a la altura del espigón, sonrió encantado de ver a los pescadores con sus cañas, como siempre lo habían hecho, y llenó sus pulmones de todas las esencias que el mar podía transmitirle, de aquel aire saturado de energía, de momentos pasados. Sin poder evitarlo, bajó hasta la playa por las desgastadas escaleras de piedra y tomó entre sus manos puñados de arena que dejaba derramar entre sus dedos, volviéndola a coger y soltar, en una placentera sensación, en añoranzas de su niñez. Dibujó con sus huellas un camino paralelo a la orilla hasta alcanzar la casa en la que una vez viviera, arruinada de abandono, afligida de soledad. La llave fue incapaz de doblegar la cerradura oxidada, como si la vivienda se resistiese a ser de nuevo conquistada y violada su intimidad. Él se limitó a echar un vistazo a través de los cristales rotos de una ventana y llegó a la conclusión de que el estado de decadencia que observaba le imposibilitaba acomodarse en aquel lugar como había creído. No tuvo más remedio que alquilar una habitación en la fonda situada sobre el único bar del pueblo y allí pudo descargar la maleta y el equipo de buceo que había traído consigo.

Tumbado en la cama, recuperándose del anquilosamiento que le había provocado tantas horas al volante, disfrutaba de la brisa marina que se introducía por la ventana, la misma desde la que podía divisar el vetusto molino, guardián impertérrito de los trigales ondulantes entre los que se perdiera en su niñez, en sus juegos inocentes con los amigos del pueblo, donde paseara dichoso con su primer y verdadero amor. Pero no era el recuerdo melancólico el que le había atraído hasta el pueblo que le viera nacer, sino la intuición inexplicable de que la leyenda del tesoro oculto no era un mero cuento transmitido de padres a hijos, de las viejas a sus nietos en las noches de temporal encerrados en las humildes casas mientras el viento impetuoso se colaba por las rendijas de puertas y ventanas transmitiendo el lamento de los marineros naufragados. Había constatado la certeza de la existencia del moro Arráez en las crónicas del lugar recopiladas en archivos desparramados por la geografía nacional, confirmado sus fechorías, sus saqueos en pos de la riqueza desmesurada que en algún sitio debió de ocultar. La isleta... Tenía que ser allí, ¿dónde si no? Ya lo decía la leyenda: “En un agujero sumergido de la isleta rodeada de mar”.

Tomó una cerveza fría en la terraza del bar, protegido de la inclemencia del sol por una cubierta de cañizo medio podrido, mirando el hipnótico baile de las olas acercándose hacia él, como si quisieran saludarlo, indicarle que lo reconocían a pesar de los años transcurridos desde su marcha, desde que sus padres decidieran abandonar la aldea en busca de un futuro menos oscuro. El mar parecía ser el único testigo de su infancia transcurrida en aquel pedazo de paraíso escondido del mundo; nadie con el que se cruzó descubrió en él al niño que antaño correteara por las callejuelas de la aldea. Él tampoco se dio a conocer, deseoso del anonimato que le permitiera centrarse en su objetivo sin tener que dar mayores explicaciones.

El día siguiente sería un buen momento para intentarlo.

* * *

La adolescencia que sigue a la infancia no le arrebata a ésta las locuras que le son propias. Porque de locura se podía calificar la búsqueda descabellada que pretendía hacer del tesoro sin más pertrecho que el bañador que llevaba puesto. Le acompañaba Remedios en la astillada barquilla de remos que le había tomado prestada a su abuelo sin ni siquiera pedir el necesario permiso, embriagado de excitación, como el marino dispuesto a descubrir un nuevo mundo por la aventura que se disponían a emprender en aquella temprana hora del día, cuando el sol apenas hacía un rato que gobernaba en el cielo, cuando el mar solía estar más tranquilo y su transparencia era tal que podía divisarse sin problemas el fondo como si las aguas fuesen un desmesurado cristal puro.

Se sentía importante en su intrépido intento ante la presencia de su amada, como Ulises en su odisea, como el grumete de La isla del tesoro de Stevenson, como el capitán de quince años de Julio Verne. Amarró la embarcación a una roca y dejó descansar los remos, comenzando a inspeccionar con sus ansiosos ojos el trayecto que debería seguir en su descenso a pulmón libre, confiado en su capacidad de aguante sin tomar aire.

Mientras Remedios aguardaba condescendiente, incapaz de destrozar las ilusiones prendidas en la mente de su compañero, él rompió el espejo de agua en su primera zambullida adentrándose hacia el fondo con el vértigo de una piedra dejada caer. Transcurrieron muchos segundos, incluso minutos, cuando volvió a emerger como una boya a la que se le obligó a hundirse, ventilando sus castigados pulmones con desesperación.

-No he visto nada por aquí. Voy a probar otra vez.

Y desapareció de nuevo como si Neptuno le hubiese arrastrado a sus dominios. No encontró nada en las sucesivas bajadas de inspección de la base de la isleta, moviéndose junto al bloque rocoso como un pez buscando cobijo, con la visión borrosa que le permitían sus ojos desprotegidos, ávidos por hallar indicios que mantuviesen alimentada su esperanza. Desplazaron la barca alrededor del perímetro isleño con la sensación amarga de estar perdiendo el tiempo detrás del sueño loco de algún inventor de leyendas. Sin embargo, cuando volvió a emerger después de la enésima zambullida, su cara denotaba alegría, fascinación.

-¡He visto una cueva pequeña! –dijo resoplando, metido aún en el agua-. ¡Y tiene la entrada tapada por una piedra que impide pasar!

Remedios, incrédula, pensaba que se burlaba de ella, pero él insistió. Hablaba en serio. Tomó de nuevo aire como si quisiera atrapar en sus pulmones todo el existente en la atmósfera y se hundió hacia el lugar en el que había localizado la cueva. Desde la barca podían contemplarse sus evoluciones, su silueta dúctil intentando liberar la boca de la cueva. Cuando asomó su rostro congestionado estaba claro que no había podido lograrlo.

-Es imposible mover ese pedrusco de ahí. Yo solo no puedo.

Remedios sopesó un momento la posibilidad de ayudarle.

-Bajaré contigo. Quizá entre los dos lo consigamos.

-¿Estás segura de que podrás?

-Los hombres siempre pensáis que las mujeres somos unas inútiles.

Se lanzó al agua sin temor, como tantas veces hiciera, sabiéndose protegida por quien tanto la quería, y descendió, con sus rizos negros ondulantes como algas, hasta la oquedad que se oponía a revelar su intimidad. A él le pareció que la más bella de las sirenas se le unía en su fantástica misión, feliz de compartirla con Remedios. Entre los dos intentaron mover la piedra incrustada en la entrada del agujero, el que quizá ocultara el tesoro de Mohamed Arráez y, a duras penas, lograron que se desplazara levemente. Volvieron a la superficie a tomar resuello, sonrieron, se besaron en los salitrosos y húmedos labios y se adentraron de nuevo en el interior marino. Esta vez la piedra se desplazó un poco más, y después otro poco hasta que, de un fuerte empellón, consiguieron que abandonara su estatismo centenario y se desprendiera en medio de un tumulto de tierra y espuma. Pero la roca no prolongó en exceso su descenso, quedó atascada algo más abajo en un saliente. Él miró horrorizado la cara de Remedios, su rostro de dolor desesperado, de esfuerzo infructuoso por querer liberar la pierna que había quedado atrapada por la gran piedra. Gastó todas sus energías intentando volver a desplazarla, exasperado hasta la locura, agotando sus últimas reservas de oxígeno para no conseguir nada, mientras ella miraba suplicante, sorprendida de que su amado no pudiera rescatarla como el caballero hace con su dama de las garras del dragón. Ante su desesperación, ascendió como un relámpago a la superficie y pidió a gritos, angustiado, la ayuda que necesitaba para salvarla, pero no había nadie en la orilla que escuchara la voz suplicante. Tomó aire y descendió más rápido aún que cuando emergió y le donó un poco de esperanza a Remedios derramando en su boca el oxígeno atrapado, concediéndole un minuto añadido de vida mientras alguien pudiera acudir a socorrerla. Repitió la acción tantas veces que perdió la cuenta, hasta que en el último intento comprendió que ya no recogía el aire que él le regalaba, que hacía rato que sus ascensos y descensos se habían convertido en una tarea baldía. Allí quedó un tiempo, contemplando la figura fantasmagórica de Remedios con sus cabellos azabaches alzándose a la superficie, con el corazón doliéndole como si una mano férrea lo estuviera oprimiendo, derramando lágrimas cristalinas en la profundidad del mar.

* * *

El carajillo le recorrió el aparato digestivo como una sonda ardiente que le despejara los vapores del sueño. Apoyado en la barra del bar, se acariciaba las recién afeitadas mejillas evocando la historia del tesoro escondido, intentando arrancar de las palabras adheridas a su mente algún significado oculto, algún indicio clarificador acerca de dónde demonios pudo haberlo ocultado el pirata Arráez. Sólo en uno de los documentos revisados bajo la luz del flexo, allá en los archivos, se mencionaban las riquezas que debió acumular el aventurero y que llegaron a convertirse en legendarias, aunque seguramente magnificadas en el tiempo. Pero por más que lo intentó, la única referencia no dejaba de ser la de su ocultamiento en un agujero sumergido de la isleta. Sintió cierta desazón al comprender que ya muchos habrían tenido el mismo sueño codicioso que él en el transcurso de los años, pero enseguida se tranquilizó pensando en que jamás hubo noticia del hallazgo.

Subió a su habitación y allí se enfundó su traje de neopreno, oscuro como el desenlace de las falsas esperanzas, y se encaminó decidido escaleras abajo hacia la playa, trazando un surco en la arena las botellas de oxígeno conforme las arrastraba hacia la orilla. Inspiró con fuerza aquel aire sosegado y terminó por colocarse las aletas, las gafas de buceo y apretó con fuerza entre sus dientes la boca del tubo que le permitiría respirar largo tiempo sumergido en el mar que esperaba para acogerlo como al hijo pródigo. Quedó maravillado por la danza de luces irreales bajo el agua, excitado por volver a su reino abandonado, olvidando por unos instantes el verdadero motivo que le había llevado hasta allí. Miraba absorto el vals de los peces ante su presencia, el movimiento serpenteante e hipnótico de algas, posidonias y anémonas, y se sintió feliz de recobrar la memoria perdida por la lejanía del mar.

Embriagado se encontraba cuando recobró la conciencia de su obsesión, de la búsqueda que le había arrastrado de nuevo hasta la isleta. Contempló su base abrupta y comenzó la minuciosa inspección; si en verdad Mohamed Arráez lo había escondido allí, él lo encontraría, no cejaría hasta lograrlo víctima de su naturaleza obstinada. Los repliegues entre las rocas se sucedían en un tono cambiante de claroscuros, de vez en cuando aparecían oquedades que le sugerían invitaciones a mirar y que de igual manera le despedían con tosquedad, como seres burlones que jugaran con sus anhelos.

Cuando topó con la cruz clavada en la roca se detuvo reverencialmente. Era de hierro oxidado, maltratada por la rudeza del agua, la sal y la temperatura, pero vigilante insigne del agujero que se abría en la pared rocosa. Durante un tiempo indefinido permaneció contemplando aquella señal de luto y, acto seguido, se dispuso a inspeccionar con detenimiento el hueco que había a su lado. Su cuerpo pudo penetrar a través de la angosta cueva pero limitando la cantidad de luz que se introducía en su interior hasta el punto de hacer incierto lo que ante él se presentaba. Tanteó con las manos en todas las direcciones de aquella covacha taladrada en la base de la isleta, ansioso por topar con el cofre del moro, con la riqueza que esperaba encontrar.

Primero fue una sospecha, luego una certeza. El cuerpo cimbreante que se presentó ante él se comportó con la agresividad del que ve amenazada su integridad; la morena lanzó una dentellada que no llegó a alcanzarle pero sí destrozó el tubo por el que respiraba, produciéndose un estallido de burbujas que le desorientaron más aún. Después notó el bocado doloroso en su brazo atravesando la capa de neopreno. Abandonó apresurado el oscuro agujero, dejando tras de sí una estela sanguinolenta que se extendió como tinta roja en la claridad del agua. Sin aliento, alcanzó la superficie aún obnubilado, aturdido por aquel inesperado ataque que había dañado más su deformada percepción de la realidad que el brazo, y se acercó a la orilla sembrando en la superficie un rastro de decepción.

La tarde transcurrió inquieta, saturada de dudas sobre la cama de su habitación. El encontronazo con la morena había sido como el despertar de un sueño, como si de pronto comprendiera la inutilidad de su empeño. Irritado por haber sido durante tantos años depositario de ambiciones sin fundamento, cuando decidió dar un paseo para despejar el embotamiento en el que se había sumido lo hizo dándole la espalda a la isleta, al mar. No quería verlos más. A la mañana siguiente partiría para siempre de la aldea.

Paseó por los caminos terregosos aspirando el viento cálido de poniente que le hizo renacer. Sonrió para sus adentros sorprendido por haber sido tan ingenuo, por haber atesorado la esperanza de recuperar las riquezas del moro Arráez demostrando retazos de inocencia conservados desde su niñez. Ahora sentía roto aquel vínculo definitivamente adentrándose en la edad adulta que todo lo mira con escepticismo. Deambuló con la conciencia entremezclada en el presente y el pasado y, sin percatarse de ello, se adentró entre las olas que formaban los trigales saludando al viento, perdiéndose en el mar verde que rodeaba la isla de piedra desgastada que era el molino.

* * *

El anciano echó un vistazo al cubo donde depositaba sus capturas y se sintió satisfecho de los coletazos que daban los sargos y herreras, también alguna dorada, intentos baldíos de eludir su inminente muerte. No se había dado mal el día de pesca. Volvió hacia atrás su rostro y comprobó que seguía allí aparcado el vehículo negro; siempre le había gustado ese color en los coches. Era el momento de recoger las cañas y de iniciar el regreso, abandonar el habitual puesto en el espigón de rocas que le robaba un trocito de espacio al mar. Como solía hacer, antes de marcharse dedicó una última mirada a la isleta, su querida isleta, amada y amarga a la vez, y lanzó hacia ella un beso portador de sentimientos que le nacían en el alma.

El conductor del coche saludó respetuoso al anciano, abrió el maletero, y allí depositó las cañas, la bolsa de los cebos, el taburete y el cubo con los peces ya desprovisto de agua. Luego hizo lo mismo con la puerta de atrás para que el pescador se acomodara y se pusieron en marcha, iniciando su partida de manera imperceptible. Desde su asiento, el anciano se despedía mentalmente de la isleta, del mar, del blanco de las casas, como si fueran seres dotados de vida propia. Al pasar frente al desvencijado molino, no pudo evitar remontarse varios años atrás, cuando regresó a la aldea después de mucho tiempo con la intención de buscar el tesoro de Mohamed Arráez en la base de la isleta. Lo que nunca hubiera imaginado era el sentido metafórico del pirata a la hora de crear la leyenda en torno a sus riquezas: “En un agujero sumergido de la isleta rodeada de mar”. Se burló de todos, incluido él mismo. Admiró el ingenio de Arráez y a la vez lo maldijo con una rabia atenuada por la edad pero no carente de despecho; por culpa del pirata había muerto su amada Remedios en el intento estéril de encontrar el tesoro. No tenía otra opción que culpar al moro, pues reconocer su propia responsabilidad en el desgraciado accidente le hubiera supuesto condenarlo a la locura. Y después de todo, el tesoro no se encontraba en la isleta rodeada del mar azul, pero sí en la isla del molino inmerso en el mar verde de los trigales. Allí le llevó su intuición a excavar después de que le mordiera la morena y hallar las inconmensurables riquezas que el pirata acumulara en sus fechorías.

Alcanzaron la lujosa casa construida en el acantilado, cerca de la aldea, y el portón de entrada se abrió automáticamente con el mando a distancia que pulsó el conductor. Descendió del vehículo en medio del patio ajardinado con un gusto exquisito, verdadero edén en medio del sequedal circundante y, sin detenerse, se dirigió al mirador junto a la casa desde donde se divisaba la inmensidad marina, donde la brisa olía a sal y despeinaba sus canas y allí, desde aquel baluarte de riqueza y ostentación, dirigía como siempre la vista a la isleta y derramaba lágrimas de soledad, de corazón partido, de amor eterno por su bella Remedios.


La fábrica de ideas

A Juan, algunos le llaman tonto. Les produce risa su aspecto, sus ojos alargados un poco parecidos a los de los chinos, su manera pastosa de hablar, las palabras que salen con dificultad de su boca. A veces llega llorando a su casa porque alguien le ha dicho mongol, o Down, o tonto, y su madre le consuela con voz dulce, “tú no eres tonto, hijo, tú eres bueno, cariñoso y guapo, y yo te quiero más que a todos los tesoros de este mundo”. Entonces Juan ríe, abraza con fuerza a su madre y se la come a besos mojándola de saliva.

A Juan le gusta ir chulo, con el pelo engominado a lo Rodolfo Valentino; a Juan le gusta el fútbol y su vecina Cristina; a Juan le gusta aprender y dibujar señales de tráfico, las que aparecen en el mural que su padre le trajo. Se coloca en la mesa de la habitación, saca un folio y su caja de colores y las pinta con esmero, sacando la lengua, que es lo que siempre hace cuando algo le cuesta trabajo, sobre todo cuando tiene que dibujar la que tiene un ciervo: ésa es la más difícil. Su padre le ha explicado, cuando van por la carretera del bosque, que esa señal indica precaución, que algún animal se les puede cruzar, y Juan gira la cabeza como un péndulo rebuscando entre los pinos los cuernos del ciervo.

Juan no es tonto, por mucho que algunos niños se lo digan en el patio del recreo. Entonces su seño Ana se pregunta si no serán más tontos aquéllos que le insultan. Porque Juan es listo, aprende lo que Ana le enseña y sigue a rajatabla sus consejos y los de sus padres, como lavarse las manos antes de comer: cuando termina se las mira fijamente para ver si queda alguno de esos bichitos que se llaman bacterias y sonríe contento porque no ve ni una. Tarda menos que ninguno en ponerse el cinturón cuando sube al coche gritando “¡campeón!”, porque eso también se lo han enseñado sus padres y la seño Ana, y también sabe que no hay que correr mucho con el coche, ni cruzar con el semáforo en rojo, ni montar en moto sin el casco. Por eso se molesta con Cristina, porque cuando coge la moto se deja el casco colgado en el brazo, como si fuera una pulsera gigante; pero ella le sonríe, le da un beso muy fuerte en la mejilla y a Juan le salen chispas de los ojos. Enseguida se le pasa el enfado y le dice adiós con la mano conforme Cristina se aleja radiante a todo gas, con su pelo dorado que refleja el sol.

Juan se lo ha dicho a Ana, que Cristina no usa el casco cuando conduce su motocicleta, y también que la quiere mucho. Entonces los dos se han sentado juntos para poner en marcha la fábrica de ideas, muy serios, porque su seño le ha contado que cuando se piensan ideas importantes hay que hacerlo concentrados, en silencio y muy serios, y después de un rato la fábrica ha dado una solución para el problema. Juan regresa feliz a su casa, corriendo como un galgo, porque él corre mucho, más que Leo Messi, y le dice a su padre que tiene que acompañarle a la papelería y a la carpintería. “¿Para qué?”, le dice, y Juan le explica como puede, con su equipaje escaso de palabras, lo de la fábrica de ideas, que esa mañana la han puesto a funcionar para solucionar el problema del casco de Cristina. Su padre le mira emocionado, sorprendido de que en el cuerpo de su hijo quepa un corazón tan grande, y no tardan en hacer los dos recados.

Ahora Juan está sentado a la mesa, en su habitación, con la cartulina que ha comprado desplegada, dibujando con mucho cuidado la señal nueva que han inventado su seño Ana y él en la fábrica de ideas. Cuando termina de colorearla su padre le ayuda a colocarle un fino marco y con unos clavos la sujetan a un poste de madera. Esa noche se duerme contento, pensando que a Cristina le gustará mucho la señal que ha fabricado, que por fin le hará caso y que le dará muchos besos, y con un poco de suerte a lo mejor quiere ser su novia y todo.

Al día siguiente, Juan se coloca frente a su casa, en la acera, con la señal firmemente sujeta en la mano. Ha dibujado un círculo con una raya roja en diagonal, y dentro del círculo la silueta de un motorista con el casco en el brazo. “Prohibido conducir motos sin casco”, le dice con su media lengua a todo el que pasa, para que tengan claro el significado de la señal. Espera impaciente a que Cristina pase, como hace todos los días, y entonces se la enseñará y ella hará caso, porque él se ha esforzado mucho para que ella aprenda las cosas que él ya sabe, porque él es listo; se lo dicen sus padres y la seño Ana.

El tiempo transcurre lentamente y Cristina no pasa. Quizá no piensa coger la moto hoy, pero él no quiere irse sin que ella vea la señal que le ha construido. Se acerca a casa de su vecina y se asusta, porque desde dentro le llega el triste sonido del llanto, y cuando se asoma a la ventana ve a mucha gente, a los padres de Cristina llorando. Una voz le llama. Es su padre, que se le acerca con la cara blanca. “Vente hijo, vamos a casa”, le dice, pero Juan no quiere, todavía no le ha enseñado a Cristina su idea, ella tiene que aprender a ponerse el casco. Su padre le insiste, y suavemente se lo lleva. Cuando se asoma al patio de Cristina observa que allí está su moto, pero destrozada como si alguien la hubiera tirado desde lo alto de un edificio. Juan no comprende, su mente se le vuelve espesa, no le funciona bien la fábrica de ideas, pero después de un rato sonríe al encontrar por fin una respuesta, y le dice a su padre que ya sabe por qué lloran los padres de Cristina: están enfadados porque ha roto la moto, pero que cuando le compren una nueva él volverá a esperarla para enseñarle la señal. Su padre lo abraza conforme caminan, dejando que sus ojos se llenen de lágrimas, acariciándole con cuidado su pelo engominado. “Cristina ya no va a volver”, le dice con la voz temblorosa. Juan se detiene, coge el brazo de su padre y le dirige su mirada franca para explicarle, a su manera, que sí va a volver porque tiene que ver la señal, el invento que ha salido de la fábrica de ideas y que, cuando lo haga, le gustará tanto que se harán novios.

"Los nadies" (Eduardo Galeano)

lunes, 13 de abril de 2015

EDUARDO  GALEANO

   Triste, aunque inexorable,  la  noticia de la muerte del  escritor  uruguayo  Eduardo Galeano, al que podéis conocer por su relato sobre Jane Franklin, hermana de Benjamin, extraído de su libro "Mujeres"  (v. "Diario de mujer"),  y  por tantos otros dignos de leer.

Enlace de la noticia:

          http://Muere el escritor uruguayo Eduardo Galeano a los 74 años Cultura EL PAÍS

 En su memoria,  presente desde siempre,  he  decidido  reproducir  una presentación digital que , hace algunos años,  hicieron   dos  alumnas de  un  poema  de  Galeano  dedicado a " Los nadies"  ( "los  invisibles" de todas las sociedades humanas):





 
PIRÁMIDE  SOCIAL EN EL SIGLO XV

DIAPOSITIVAS  PARA EL ESTUDIO  DE  LA CELESTINA


 
ORGANIGRAMA DE LAS RELACIONES ENTRE LOS PERSONAJES  DE LA CELESTINA



 
VINCULACIONES  DE  LOS TEMAS DE LA CELESTINA

domingo, 12 de abril de 2015

ILUSTRACIÓN DE UN CORRAL DE COMEDIAS

sábado, 11 de abril de 2015

   Actualmente, existe un error en el blog, que todavía persiste. He insertado la anterior entrada como prueba y, como veis, el resultado es prácticamente ilegible. Volverá a intentarlo después de que el sistema me dé alguna respuesta.

   HOY,  DÍA 13 DE ABRIL,  EL  BLOG  PARECE FUNCIONAR CORRECTAMENTE DE NUEVO.

    
    
EL TEATRO BARROCO EN ESPAÑA

A lo largo del s. XVI , el teatro adoptó en Castilla modalidades religiosas ( obras representadas en templos y desfiles procesionales : “Códice de autos viejos”, “autos sacramentales”..), palaciegas (preferencia por los temas profanos: pastoriles, caballerescos..) y populares (teatro no religioso de clara influencia italiana). A partir de 1590, Lope de Vega fijará un esquema dramático, el de la Comedia Nacional, consistente en la fusión de elementos de autores anteriores o contemporáneos con elementos de su propia invención, que mantendrá su vigencia y alcanzará su apogeo durante el s. XVII.

         RASGOS CARACTERÍSTICOS DEL TEATRO DEL S. XVII:
  • El teatro se introduce en el circuito económico y se convierte en un negocio dependiente de la ley de la oferta y la demanda.
  • Aparecen lugares específicos de representación –los corrales-, con su consiguiente organización administrativa y económica.
  • El masivo éxito del público concebirá el teatro como un medio para “educar” a las masas populares.
  • El espectáculo teatral constituye una fiesta total en la que el público participa.
        ELEMENTOS DEL LA COMEDIA NACIONAL:
  • Los “corrales de comedias:
Hacia 1575 existen estos locales fijos para las representaciones teatrales.

A) Descripción: En un primer momento, son patios de casas, descubiertos , en los que se instala un tablado ( el “ escenario”); resultan destartalados e incómodos.

Posteriormente se añadieron toldos, bancos, gradas..

B) Estructura: distribución del espacio según sexo y condición social: “cazuela” para las mujeres; “aposentos” para los nobles y el rey; el patio para los “mosqueteros”(masa de alborotadores); un lugar para los doctos, las autoridades..

C) Propiedad: las denominadas “Cofradías” los arrendaban y destinaban sus ganancias a la beneficencia.

  • El Público: Pertenecía a todas las clases sociales: desde las más populares hasta el propio rey. Todos acudían al teatro juntos, pero sin mezclarse. Las diferencias las marcaba el lugar asignado y el precio de las entradas, que era elevado). Ideológicamente, era conservador y asumía los valores que defendía la Comedia. Su actitud era la de contribuir al espectáculo con sus gritos, silbidos y alborotos (este ambiente de diversión propiciaba una evasión de la realidad).   
  • La representación: Comenzaba entre las dos y las tres ; duraba tres horas y tenía el siguiente esquema: loa y tres jornadas que intercalaban entremeses u otra variante entre ellas y entre la última jornada y el final.
  • La escenografía: Al principio no había decorados: era frecuente el “decorado verbal”, mediante la palabra de los personajes. Al fondo del escenario sólo había dos o tres puertas y balcones, Después empiezan a instalarse elementos escenográficos rudimentarios (árboles de cartón, lienzos pintados..). En los textos se especifican los requisitos para la puesta en escena -“acotaciones”-.
  • Los actores: Se organizaban en” compañías” de muy diversa condición y número (16/1). Siempre se identificaban con un mismo personaje ( el gracioso, el galán..) Su vida errante y libre los enemistó con la Iglesia y las autoridades (ej. los “cómicos de la legua”).
  • El Poeta y el autor: El Poeta escribía y vendía la obra, perdiendo así todos sus derechos sobre ella . El autor o empresario teatral, que solía coincidir con el primer actor, la compraba (se adueñaba de ella) e invertía su capital en la puesta en escena. De esta manera, el Poeta, que vivía de sus obras, tenía que acomodarlas a los gustos populares.
  • Sistema de valores: Tradicionalismo católico, monarquía absoluta y una sociedad estamental, jerarquizada, en la que los nobles, sus privilegios e ideales, ocupan un lugar superior definirían a la España barroca. La comedia , por su carácter popular, servirá de instrumento para educar al pueblo en estos valores y garantizar su conservación.
  • Fórmula dramática (creada por Lope de Vega ): Postulados:
1) Ruptura de las tres unidades clásicas de lugar, tiempo y acción (dos acciones paralelas: la de los personajes nobles y la de los personajes humildes).

2) Mezcla de elementos trágicos y cómicos (igual que en la realidad).

3) Reducción a tres actos (con tres escenas cada uno) o jornadas, que se corresponden con el planteamiento, nudo y desenlace del argumento.

4) Diversidad temática: los asuntos se toman de la tradición, de la historia, de la religión, de la mitología..Se concretan en cuatro temas: amor, honor (conceptos y diferencias entre “honor” y “honra”), fe y orden social.

5) Observación del “decoro poético”: justa adecuación entre el personaje y su modo de hablar y comportarse.

6) Uso del verso como única forma de expresión: variedad de versos, largos y cortos (endecasílabos, octosílabos..) y estrofas (romances, sonetos..).

7) Inclusión de elementos líricos en la acción : cancioncillas populares, bailes y danzas.

8) Los personajes de la comedia forman una galería de figuras recurrentes que se suele organizar en los dos planos clásicos, el de los señores y el de los criados. Son: rey, caballero, pareja amorosa (galán y dama), gracioso / criada.

     GLOSARIO  (ALGUNOS TÉRMINOS):
  • Acotación: texto secundario que indica acciones y circunstancias no señaladas en los  diálogos.
  • Aristóteles: filósofo griego del s. IV a.C. que en su “Poética” elabora una trascendente teoría sobre el género dramático.
  • Autor: Actualmente, escritor de obras literarias. En los siglos XVI y XVII, director y empresario teatral.
  • Comedia: obra dramática con final feliz. En el “Siglo de Oro “, cualquier obra teatral que se representaba en los corrales: comedias, tragicomedias o dramas.
  • Entremés: obra breve del “Siglo de Oro” que solía representarse en los entreactos de una obra de mayor duración.
  • Loa: presentación en verso de una obra teatral con la que se pretende ganar el favor del público.
  • Tramoya: toda la maquinaria de un teatro.
  • Auto: composición dramática breve de carácter alegórico y basada en episodios bíblico.
EL  TEATRO  MENOR  Y  LOS  CÓMICOS DE  LA  LEGUA


"EL  VIAJE A NINGUNA PARTE" (F. FERNÁN GÓMEZ)
En el Siglo de Oro surgieron en España los llamados “cómicos de la legua”. Aquellas modestas compañías de comediantes o cómicos, como les llamaba Fernando Fernán Gómez en su “Viaje a ninguna parte”, llevaban a cabo sus funciones de obras del mal denominado “teatro menor” en las villas y ciudades, teniendo la obligación de acampar con sus carromatos y enseres a distancia mínima de una “legua” del núcleo de la población, debido a la mala reputación de la profesión teatral. Eran hombres y mujeres que trabajaban en grupos y cuyo número variaba según el repertorio.
 
Agustín de Rojas, dramaturgo del siglo de Oro, distingue en “El viaje entretenido” (1603) las ocho categorías siguientes: bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía.

El día 22 de abril, víspera  de la efemérides del “Día Internacional del Libro” , la  Compañía "Abulaga Teatro" representará para nosotros/as la obra “Cómicos” como un homenaje a este tipo de teatro ambulante.


miércoles, 8 de abril de 2015


 PRESENTACIONES DIGITALES
 
    La segunda propuesta del trimestre será un trabajo colaborativo, en equipo, de diseño de una presentación digital de los contenidos de las unidades de literatura seleccionadas  del  libro de texto (v. en este blog el cuadrante con la asignación de unidades y epígrafes a un número determinado de miembros del equipo en la entrada etiquetada como  " Educación literaria" ).
 
BASES:
 
   Para el cumplimiento con esta tarea grupal, habrá que considerar algunas claves de una exitosa presentación:
 
      *  una planificación de la exposición y unos criterios definidos de organización de
          los  contenidos: guion, índice...
      *   una  acertada  selección de imágenes
      *   una  hábil combinación de los elementos verbales (textos) con los icónicos (imagénes)
      *   una  extensión que no supere las 25  diapositivas
      *   un   resultado (efecto) final personalizado y original
    
  Las fechas límite de los envíos de esta tarea serán:

           -  Presentaciones digitales de las unidades 11, 12 y 13:   día  30 de  abril (jueves)

            - Presentaciones digitales de las  unidades 14, 15 y  16:   día 15 de mayo (viernes)


lunes, 6 de abril de 2015

 ENCUENTRO CON AUTOR:

  Para celebrar el Día del libro en nuestro Centro,  tendremos un encuentro con el autor Fernando Martínez López. Por limitaciones de la  ratio,  el encuentro solo afectará a los grupos 1º bachillerato  A  y  D.  Reproduzco aquí dos de los relatos que nos ha enviado,  para que todos los alumnos y todas las alumnas  puedan  leerlos.
 También  recomiendo echar un vistazo a la  página del autor: www.fernandomartinezlopez.es/

Relato 1:  Acerca de Julia

15 de septiembre
Sé que hoy lo has pasado mal, que ha sido un día triste para ti, uno de esos días en que los nubarrones se llevan por dentro y llueve en el corazón, enfriándolo de tal manera que su latido se vuelve imperceptible, apagado, como si no quisiera seguir bombeando sangre. Es normal que te sientas así en tu primer día de instituto, hija, en un país nuevo, extraño, donde tu sola presencia es tan llamativa como una montaña que se eleva en el centro de una llanura, como una letra mayúscula intercalada en una palabra escrita con minúsculas. Tus compañeros sólo se han fijado en tu carcasa, podríamos decir: el tono cobrizo de tu piel, tus ojos rasgados, tu cuerpo pequeño y rechonchito, la humildad de tu atuendo, y en ningún momento han reparado en el brillo inteligente de tus ojos, en la bondad que rezuman a pesar de esa pátina de amargura que los reviste. Ya verás cómo la situación cambiará cuando llegue el día en que te regrese el ánimo y les descubras tu sonrisa tierna, porque es imposible no sucumbir a su dulzura, a la belleza de tu alma. No te preocupes, Julia, todo termina por suceder. El tiempo es un gran modelador de las percepciones y estoy convencida de que conseguirá que llegues a ser feliz en España, aunque sea sólo una pequeña porción de cómo lo fuimos en el Perú.

2 de octubre
Llevo varios días contemplándote en el patio del instituto, cariño, a la hora del recreo. No puedo negar que me ha producido una pena inmensa tu soledad, naufragada en un rincón donde tus únicos compañeros eran el bocadillo y el libro de Mario que te regaló papá en tu onomástica. Siempre te ha gustado mucho leer a nuestro Vargas Llosa, tu favorito por encima de Santiago Roncagliolo o Jaime Baily, estos insignes escritores peruanos que difunden nuestra linda literatura por el mundo. El paraíso en la otra esquina es el título de la novela, y eso mismo debes de pensar, que éste no es tu sitio, que tu paraíso se halla a miles de kilómetros con un océano de por medio, el lugar donde nadie se extrañaría de tu aspecto y dejarías de ser esa letra mayúscula en una palabra de minúsculas. Sin embargo, te equivocas pensando que el regreso te devolvería la felicidad, pues bien sabes que fue la desgracia la que te alejó del Perú, aquel día fatídico en que nuestra familia se desgajó como una naranja abierta. Ya verás cómo tus compañeros te aceptarán finalmente, pero tú también debes poner de tu parte, querida Julia.

3 de noviembre
Hoy has llorado al regresar a casa, te has encerrado en tu cuarto convirtiéndolo en reducto infranqueable, desatendiendo los requerimientos por saber qué te ocurría, aunque yo sí lo sé: a una madre no se le escapa nada. Has soportado durante estas semanas el rechazo de tus compañeros por ser diferente, el filo cortante del desprecio cuando proclamaban a grandes voces la celebración de un cumpleaños en el que todos estaban invitados a la fiesta menos tú, los grupos que se forman en el recreo, tan impermeables como una tela asfáltica, para que tú no puedas penetrar y demostrarles que eres como una estrella en el firmamento, brillante y bella. Eso lo has podido soportar, a duras penas, porque tu entereza y madurez te han mantenido erguida con la solidez de un castillo, pero hasta las mayores fortalezas pueden sucumbir cuando el ataque es llevado a cabo con la mezquindad de la traición. Te ha dolido, mucho, como si masticaras un cristal y te lo tragaras, esa nota alevosa que has encontrado oculta en tu mochila con tu caricatura hiriente, con calificativos tan peyorativos que cada uno ha sido como el impacto brutal de una bala. Desconoces quién es el responsable y casi prefieres no saberlo. Tampoco has querido comunicárselo a tu tutora, a Isabel, esa profesora de Lengua y Literatura que se esfuerza a veces en vano para demostrar que con las palabras se pueden erigir las más bellas esculturas, y que tú escuchas con tanto interés, diría que casi con devoción. A pesar de todo, mi niña, no llores, por favor. Aún sigo creyendo en la magia del tiempo para modificar las cosas, la realidad que a veces se torna tenebrosa.

22 de noviembre
¿Qué me dices, Julia? ¿Ves cómo hasta las tinieblas más densas terminan por deshacerse cuando el sol irrumpe con ímpetu? Hoy ha sido un buen día para ti y, lo más importante, ha vuelto a aparecer en tus labios esa sonrisa tan deliciosa que tenías olvidada en el trastero de las cosas que no se usan, tan lejana la época en la que era perpetua en tu rostro, hasta que se borró de un brochazo el día de la tragedia.
Cuando tu profesora Isabel encargó la lectura obligatoria de una novela, la que quisierais, y una exposición oral en clase sobre la misma, el murmullo de protesta en el aula arrancó sincronizado de las gargantas de tus compañeros, pero de la tuya no, hija, tú no pensaste lo mismo, sino que te pareció una propuesta apasionante asociada al placer de la lectura: desliar línea a línea el entramado que el escritor ha ido urdiendo, trasladarte a mundos inimaginables, aturdirte con diferentes visiones de la vida, incentivar el pensamiento crítico… Son tantas cosas las que encierra un libro que no existe tesoro alguno que albergue mayor riqueza. Tú elegiste, cómo no, el de Mario Vargas Llosa, El paraíso en la otra esquina, una novela que Isabel creyó demasiado compleja para ti y que tú le has demostrado que no era así. Después de una retahíla de exposiciones vagas, argumentaciones inconexas, silencios sospechosos y algún carraspeo por parte de los alumnos que salían al estrado, ha llegado tu turno. Estabas nerviosa, eso ya lo sé, es normal, mi pequeña, y entonces ha aflorado por tu boca esa voz que casi desconocen los que tantas horas comparten contigo en el aula, suave, musical, dulce, con la riqueza léxica y gramatical propia de las personas que leen mucho y practican con asiduidad el arte de la conversación en vez de entumecer el cerebro delante del televisor. Tus compañeros se han mostrado confundidos, extrañados de que alguien de su edad domine el idioma con esa maestría, que posea semejante retórica, que las palabras suenen como una melodía, como un todo armonioso, acostumbrados al uso de frases breves o inacabadas, a un vocabulario reducido y estereotipado. Pero ha sido tu profesora Isabel, con diferencia, la que más gratamente sorprendida se ha mostrado, el rostro radiante, como quien asiste al brote de una flor en la tierra estéril del desierto, y te ha felicitado delante de todos encantada de que seas su alumna.
Sí, hoy ha sido un gran día para ti. Disfrútalo, que el perfume de este grato recuerdo enmascare el olor a tristeza que te impregna desde hace meses. Duérmete ya, Julia, descansa, arrebújate entre las sábanas y no permitas que se desvanezca esa sonrisa que tanto echaba de menos.

15 de diciembre
Se acerca la Navidad, esa época de felicidad enlatada que acentúa la melancolía de aquéllos que carecen de motivos para celebrarla, como es tu caso, mi niña. Ahora que se acerca el primer aniversario, te encuentro especialmente decaída, aplastada por la depresión, y a eso se suma la congoja por no haber encontrado aún la manera de convertirte en viento y adentrarte por alguna de las rendijas del muro que han construido tus compañeros, porque rendijas las hay, corazón, tenlo por seguro, sólo que son difíciles de hallar en los muros construidos con la ignorancia. Aquel resumen oral de El paraíso en la otra esquina tuvo un efecto negativo en tu relación con ellos, sembró un elemento diferenciador añadido que ha multiplicado el distanciamiento. No obstante, te aseguro que no son malos muchachos, te darás cuenta, sólo hay que conseguir curarlos de la ceguera que sufren.
Al menos allí, en el instituto, encuentras el alivio que te proporciona Isabel. ¡Qué suerte has tenido con tu profesora! Es atenta, trabajadora, apasionada por la docencia y la literatura, y te has animado a mostrarle tus poemas y relatos, ésos que escribes en la intimidad de tu cuarto construyendo frases hermosas con los ladrillos de las palabras. Tienes habilidad para ello, eras una arquitecta del lenguaje, e Isabel ha quedado prendada de tus escritos, maravillada no sólo por la belleza de su estructura, sino también por el trasfondo maduro y reflexivo que transmites en ellos. Al leerlos, ha comprendido la extrema soledad que te embarga a pesar de estar rodeada de una multitud, como una islita en medio de un océano de estudiantes, y ha tenido una idea: que escribas un breve relato sobre algunos aspectos de tu vida para leerlo a tus compañeros, para que así te entiendan mejor. Tú te has negado pensando que sería contraproducente, como sucedió con el resumen de la novela de Mario, pero Isabel no ha desistido y, además, te ha dado un buen consejo: abre tu corazón cuando lo escribas. Ese lenguaje sí que lo entenderán tus compañeros de clase.

21 de diciembre
Las lágrimas resbalan pausadas por tu linda piel indiana, Julia, ahora que estás a solas, en tu dormitorio, pero esta vez el llanto es una amalgama de ingredientes contrapuestos: la pena que te inflinge el calendario, la fecha en la que nos encontramos, y por otro lado la emoción que te ha provocado el giro de acontecimientos en tu instituto.
Hiciste caso a la profesora Isabel, y hoy, delante de tus compañeros, subida al pequeño estrado que preside la clase, has leído con voz quebrada el relato que has escrito durante la última semana con la pluma mojada en la tinta del corazón. Al principio parecía no seducirles la idea de asistir a otra muestra de erudición precoz, pero enseguida ha reinado un silencio absoluto, porque han captado en tus emocionadas palabras que no ibas a hablarles de cualquier cosa, sino de algo profundo, una nieve sedimentada en lo más hondo de tu alma congelada, y así han sabido que fuiste dichosa en el Perú, rodeada de amigos que te querían, algo mimada por una familia que te adora. Querías ser como tu padre, periodista, o como tu madre, maestra de escuela, ambas cosas te agradaban por igual. Después, mientras leías, tu rostro ha empezado a ensombrecerse como si de repente una borrasca negruzca ocultara el sol, has relatado cómo papá tuvo los primeros problemas en su trabajo, las amenazas de muerte por sacar a la luz la corruptela en aquel centro de acogida de menores, el negocio sórdido de las adopciones clandestinas de niños. Estábamos todos muy asustados, aunque él no quisiera demostrarlo, mostrándose sólido para que no nos preocupáramos tú y yo, hasta que se desencadenó la tormenta, la barbaridad y la sinrazón hace ahora justamente un año, otro 21 de diciembre que ya te ha dejado marcada hasta la eternidad. Fue tan repentino que casi no lo viste, cuando los tres regresábamos a nuestra casita de la calle Choquehuanca, en Lima, y unos pasos se apresuraron a nuestras espaldas, papá que se giró lo justo para ver la pistola y ladearse, la bala que le hirió superficialmente el hombro, la bala que continuó su camino hasta detenerse en mi pecho, una rosa de sangre que se dibujó a la altura de mi corazón y la vida que se me fue sin dar tiempo a sujetarla. Aquel malnacido huyó cobardemente cuando tu padre lo encaró, y mientras, tú, a mi lado, incrédula, lloraste tanto que te secaste por dentro. Eso le has narrado a tus compañeros, explicando por qué papá decidió venirse a este nuevo país, para protegerte, querida Julia, porque le resultaría insoportable perderte también.
Me alegro por ti, cariño, porque después de que terminaras tu lectura aguantándote las lágrimas con coraje, han sido algunos de tus compañeros los que tenían los ojos húmedos. No quiero parecer melodramática, es que sencillamente ha sido así como ha ocurrido, y, sobre todo, han empezado a observarte tal y como eres, unos rasgos diferentes, sí, ni mejores ni peores, pero rellena la carcasa de una humanidad inabordable.
Ya te lo dije: el tiempo es un gran modelador de las percepciones y ahora contemplas un futuro más amable, desvestido de su desabrida capa de amargura. No te lo pienses, mi niña, disfruta de tus vacaciones de Navidad y acepta esa invitación que tus compañeros te han hecho para la fiesta de nochevieja, reúnete con tus nuevos amigos y sonríe, sonríe mucho para que papá también se contagie de tu felicidad. Yo, mientras tanto, no dejaré de estar pendiente de ti ni un solo instante, Julia. Aquí, en el cielo, tengo una atalaya donde todo se divisa con nitidez, y que sepas que estaré siempre a tu lado, como un ángel de la guarda, como tu madre que te ama hasta la locura, rellenando en las páginas de este diario las líneas de tu vida.

    
Relato 2:  Veinte segundos hacia el cielo
-->

Bastó un roce de ojos para enamorarse de ella a sus quince recién cumplidos, la vecina recién llegada al edificio. No supo qué le sedujo primero, si ese cabello alfombrado, si su sonrisa acrisolada o esos ojos aguamarina que invitaban a nadar en ellos, o quizá todo ello a la vez invocando el conjuro que lo hechizó. Cuarto F, el piso de ella, séptimo B, el de él. Esporádicos encuentros en el ascensor, veinte segundos de subida que para él eran como un viaje al cielo. Para ella, no sabía lo que era, sólo un “buenos días” o un “hola”, así durante años, él coaccionado por una timidez despótica, temiendo que su corazón lo delatara golpeando con vehemencia su pecho.
Nunca tuvo novia, ni quiso tenerla si no se trataba de ella, amor platónico que le derretía con blandura de rayos de la luna en las noches melancólicas, celos mortificantes porque ella sí consintió compartir su corazón con otros, y él soñando que algunos de esos otros era él, la sencilla e incomparable felicidad de un paseo por la orilla del mar, las olas lamiendo los tobillos y el primer beso de amor que nunca llegó.
Cumplió los veintisiete, casi una eternidad enamorado de ella, pero ya apenas la veía, independizado del seno familiar: un buen trabajo, una mala vida en soledad. Fue su hermana la enfermera quien se lo dijo, sí, aquella vecinita tan mona, está yendo a sesión de diálisis, ha perdido la sonrisa, ojalá tenga suerte con un donante, y a él le dolió que aquella sonrisa que le deslumbró hubiera desaparecido vencida por el peso de la tristeza. Aquella noche volvió a ser como las de la adolescencia, las horas lánguidas sin que llegara el sueño, cada una de sus neuronas convertidas en portarretratos con la imagen de la única mujer que había amado. Sólo con su hermana compartió el secreto, las pruebas de compatibilidad que se hizo, y la flecha que hizo diana: uno de sus riñones serviría, una llave que encajaba en la cerradura adecuada. Luego, más noches en vela, una decisión que no era fácil, una decisión íntima y profunda, una generosidad tan inabarcable como el propio firmamento. La única condición que puso fue que se preservara su anonimato.
Aquel día que fue a visitar a sus padres se le antojó que había regresado a los quince años. La encontró en el ascensor, como siempre, tan bella, dispuesto a iniciar esa subida a los cielos tanto tiempo postergada. Le reconfortó observar la sonrisa grabada en su memoria, el rostro recuperado y esperanzado de quien ha superado la enfermedad. Lo suyo hubiera sido preguntar “¿cómo te encuentras?”, y sin embargo la timidez atenazándolo como todas las veces anteriores, sólo un “hola” pronunciado como un vahído por donde se esfuman las fuerzas. Planta cuarta, ella se apeó. Quiso decirle algo, quiso decirle “te quiero, siempre te he querido”, la boca, la garganta agarrotadas sin que por ellas brotaran las palabras, la puerta que se cerró. Ella se detuvo cuando buscaba las llaves en su bolso. No había notado la presencia del riñón trasplantado desde que salió del hospital, tan adaptado a su cuerpo como un cactus al desierto. Ahora palpitaba de una forma desconocida, con ritmo acompasado, melódico, un ritmo que enseguida se contagió a su corazón y que le obligó a volver la vista hacia la puerta del ascensor.

jueves, 2 de abril de 2015

DIARIO DE MUJER
BASES PARA LA ELABORACIÓN DEL ESCRITO:
  • NOCION DE DIARIO: relato en el que se reflejan en primera persona los hechos que ocurren a lo largo de cada jornada. Es un texto eminentemente narrativo que puede incluir cualquier otra modalidad discursiva (argumentación, diálogo, descripción...).
  • CONTENIDO: esta modalidad textual combina hechos objetivos con impresiones, sensaciones, sentimientos ( con uso de verbos como percibir, experimentar, observar, padecer...) Estos últimos datos adquieren gran intensidad por la inmediatez de lo vivido.
    También puede incluir proyectos y planes de futuro, anhelos, aspiraciones...
  • FORMA: el texto debe estar escrito en 1ª persona; debe seguir, además, un estricto orden cronológico, con indicación del día , mes y año y del momento del día. Se indicarán también los espacios donde trascurren los hechos.

BASES PARA EL CUMPLIMIENTO CON LA ACTIVIDAD:

  • JUSTIFICACIÓN, CONTEXTO SOCIOCULTURAL: Celebraremos, aunque pasada ya la efemérides, el “Día Internacional de las mujeres” con esta actividad inspirada por una iniciativa del diario El País, dirigida por el escritor Juan José Millas*. Consistía en una página de un diario personal, con una imagen ilustrativa, de un elenco de mujeres de perfiles muy diversos.
    Evocamos las palabras de Guillaume cuando decía algo así como: “ Aprendí a amar a las mujeres observándolas” y podemos añadir: “Porque quien observa a las mujeres, y por tanto las ama, no las hiere.”
    * No he podido reproducir una muestra, porque no he hallado ninguna versión digital libre.
  • PROCESO DE CREACIÓN:  En primer lugar, elegiremos a una mujer de carne y hueso de nuestro entorno, o bien nos la imaginaremos. Relataremos un día de su vida evitando que el contenido sea una mera secuencia de acciones rutinarias y  los tintes victimistas . Ante todo, haremos hincapíe en las reflexiones sobre cómo vive esos hechos, con objeto de empatizar al máximo con ella.
  • FORMA Y  FECHA DE  ENTREGA:  Se procurará insertar el escrito en el blog , en forma de comentario. De no conseguirlo, se podrá enviar al correo  habitual. la fecha límite de entrega  de esta actividad, que tendrá carácter obligatorio, será el día 30 de abril.
  • VALORACIÓN:  se valorará con un máximo de 0'30 puntos en el cómputo global de la evaluación continua.
  • FORMA Y  FECHA DE  ENTREGA:
  • LECTURA MOTIVADORA: 
     
    1778 FILADELFIA: "SI ÉL HUBIERA NACIDO MUJER"

    De los dieciséis hermanos de Benjamín Franklin, Jane es la que más se le parece en talento y fuerza de voluntad. Pero a la edad en que Benjamín se marchó de casa para abrirse camino, Jane se casó con un talabartero pobre, que la aceptó sin dote, y diez meses después dio a luz su primer hijo.
    Desde entonces, durante un cuarto de siglo, Jane tuvo un hijo cada dos años. Algunos niños murieron, y cada muerte le abrió un tajo en el pecho. Los que vivieron exigieron comida, abrigo, instrucción y consuelo. Jane pasó noches en vela acunando a los que lloraban, lavó montañas de ropa, bañó montoneras de niños, corrió del mercado a la cocina, fregó torres de paltos, enseñó abecedarios y oficios, trabajó codo a codo con su marido en el taller y atendió a los huéspedes cuyo alquiler ayudaba a llenar la olla. Jane fue esposa devota y viuda ejemplar; y cuando ya estuvieron crecidos los hijos, se hizo cargo de sus propios padres achacosos y de sus hijas solteronas y de sus nietos sin amparo.
    Jane jamás conoció el placer de dejarse flotar en un lago, llevada a la deriva por un hijo de cometa, como suele hacer Benjamín a pesar de sus años. Jane nunca tuvo tiempo de pensar, ni se permitió dudar. Benjamín sigue siendo un amante fervoroso, pero Jane ignora que el sexo puede producir algo más que hijos.
    Benjamín, fundador de una nación de inventores, es un gran hombre de todos los tiempos. Jane es una mujer de su tiempo, igual a casi todas las mujeres de todos los tiempos, que ha cumplido su deber en esta tierra y ha expiado su parte de culpa en la maldición bíblica. Ella ha hecho lo posible por no volverse loca y ha buscado, en vano, un poco de silencio.
    Su caso carecerá de interés para los historiadores.”                                                       EDUARDO GALEANO
    NB:  Benjamin Franklin fue un importante político, científico y inventor estadounidense. En  1752 llevó a cabo el famoso experimento de la cometa que le permitió demostrar que las nubes están cargadas de electricidad. También inventó el pararrayos, cuya eficacia dio lugar a que en Filadelfia construyeran 400. Estos trabajos le permitieron formular conceptos de fórmulas sobre la electricidad positiva y negativa.
            Otros inventos fueron el llamado horno Franklin y las lentes bifocales (lentes que permiten ver de cerca 
          y de lejos).
            Por si fuese poco, Benjamin participó en la creación de instituciones como la biblioteca pública y la 
         Universidad de Pensilvania...